Mi primer contacto con Guillermo Perry
se dio en 1975, cuando yo era coordinador de la carrera de economía de la
Universidad Nacional y decidimos invitar al entonces Director de Impuestos
Nacionales (el "chino Perry" como lo bautizó el columista de humor Klim, de El
Tiempo), a que dictara un seminario electivo sobre política tributaria. A pesar
de las múltiples ocupaciones que se derivaban de su cargo, aceptó sin
condiciones, y creo que dictó el curso durante dos semestres. Los comentarios
que recibíamos de los estudiantes eran muy positivos: gracias a su curso, creo
yo, muchos de ellos comenzaron a sentir las ganas de vincularse al sector
público.
Años después, siendo yo jefe de la
Unidad de Inversiones Públicas del Departamento Nacional de Planeación, y él
Ministro de Minas, me invitó a formar parte de un equipo de trabajo que se
debía encargar de buscar soluciones a la grave crisis financiera del sector
eléctrico colombiano.
Ya elegido Ernesto Samper como
presidente, y estando yo en el sector privado, como vicepresidente del Banco de
Caldas, recibí una llamada de Guillermo, quien ya había sido designado como
ministro de Hacienda, invitándome a reunirme con él en la sede de la campaña.
Me invitó en esa reunión a ser su Viceministro General. Allí estuve durante 15
meses. En noviembre de 1995 me propuso que pasara a dirigir Fogafin. En los
últimos años nos encontrábamos ocasionalmente en la Universidad o en seminarios
académicos.
Guillermo fue el primero y el más
calificado de los economistas tributarios colombianos. Hasta entonces, la
tradición colombiana en estos temas se había centrado en los abogados
especializados en derecho tributario. Como era de esperarse, muy poco se
preocupaban por la incidencia económica de los impuestos, tanto desde el punto de vista de la eficiencia como de la redistribución de ingresos). Con Guillermo
empezaron a discutirse seriamente estos temas, lo que llevó a varios gobiernos
a incluirlo en las misiones de expertos que se han nombrado para tratar de
ambientar las reformas estructurales que se necesitan en Colombia. Estos
esfuerzos han fracasado repetidamente en el Congreso. Como lo cuenta él en sus
memorias, el senador Víctor Renán Barco, ponente obligado de los proyectos de
todas las reformas tributarias que se estudiaron mientras fue parlamentario,
nos confesó la verdadera razón cuando le propusimos retirar nuestro proyecto de
reforma, ante la negativa de los
congresistas a quitar muchas de las exenciones tributarias injustificadas que
existían (y que lejos de desaparecer, han aumentado). Dijo el senador “No
exageremos, doctor Perry. Hay otras soluciones como subir las tasas de
impuestos, lo que resulta políticamente difícil, porque afecta a muchos, que
eliminar exenciones, que afecta mucho a pocos, pero que son muy vocales y
tienen acá en el Congreso a sus amigos, como usted lo acaba de ver”.
En efecto, cada uno de los parlamentarios participantes en la
comisión de estudio de la reforma había salido a defender, con una enorme solidaridad entre ellos, que atravesaba las fronteras partidistas, intereses específicos
de las empresas o gremios favorecidos con los privilegios tributarios
existentes. Fue una lección práctica del famoso planteamiento de los problemas
de acción colectiva identificados por los teóricos de la economía política,
para explicar el predominio de los intereses especiales sobre las conveniencias
de la sociedad.
No
puedo decir que fui su amigo. Pero
siempre me trató con deferencia y cordialidad. Puedo dar testimonio de su
caballerosidad, de su buen humor y,
sobre todo de su rectitud. El país ha
perdido una de sus mentes más brillantes.
Comentarios