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Emergencia sanitaria y emergencia económica: un examen a la actual coyuntura


La caída en precios del petróleo aumentará el déficit en cuenta corriente. Hay mecanismo estabilizadores, pero serán también dolorosos. 


Los acontecimientos de los últimos días: el incremento en el número de casos de coronavirus, que hace presagiar una extensión de la epidemia, y la caída en los precios del petróleo, como ya lo han anunciado varios comentaristas, ocasionarán períodos difíciles  para los colombianos,  y por lo tanto retos exigentes tanto para los gobiernos nacionales como territoriales. Obviamente, lo que más hay que lamentar serán las pérdidas humanas. Pero tenemos que hablar de las consecuencias económicas. Estas se manifestarán en un deterioro en la cuenta corriente de la balanza de pagos, y en las cuentas fiscales. Vamos a ocuparnos en esta entrada de los primeros, y en una próxima de los efectos sobre las finanzas públicas.

Recordemos que el año anterior el país cerró con un déficit en cuenta corriente del 4,3% del PIB, cifra que ya se ubica en niveles que podrían ser considerados críticos.  La caída en los precios del petróleo agravará esta situación. En efecto, si suponemos un precio promedio de US$35 para el año (frente a uno de US$ 61 el año anterior)  y una cantidad exportada igual a la de 2019, los ingresos por exportaciones petroleras serán solo de US$9.100 millones, frente a US$15.969 del 2019. 

Se produce además otro efecto: como consecuencia de la devaluación, el PIB en dólares puede caer significativamente. Hemos supuesto en este ejercicio un crecimiento del 6% del PIB en pesos corrientes (repartido en 4% inflación y 2% crecimiento real).  Mientras el año anterior, con una tasa de cambio promedio de $3.281 el PIB en dólares fue de US$324.000 millones, una tasa de cambio promedio de $3.900 en el 2020 haría que fuera solo de US$289.000.  En lo que tiene que ver con la relación déficit corriente/PIB, tenemos entonces dos efectos: por una parta disminuye el numerador por la caída en el petróleo y por la otra aumenta el denominador por la devaluación del peso. Según mis cuentas, esto podría llevar el déficit  al 7,2% del PIB.

Pero antes de que se produzca este resultado, habrán entrado en funcionamiento otros mecanismos estabilizadores.  En primer lugar, como lo habíamos explicado en otra entrada de este blog, el deterioro en los términos de intercambio produce una caída en el ingreso nacional.  Valga la pena recordar que en 2015, con una caída en los precios del petróleo del  47% frente a los promedios de 2014, se produjo una caída en el ingreso nacional, según mis cálculos, de un 3%. Recordemos que las cifras del PIB real no reflejan este efecto de los precios: si la cantidad de barriles de petróleo explotadas sigue constante, no cae el  PIB petrolero, y por lo tanto no hay ningún efecto en total del PIB real. Pero la demanda interna depende del ingreso recibido por los residentes en el país, que es medido por el ingreso nacional.  

El efecto desestabilizador de la caída en el ingreso, consiste en que disminuyen tanto el consumo como la inversión privada, componentes importantes de la demanda interna, y por lo tanto hace que bajen las importaciones. Por otra parte, se presenta un efecto precio con relación a los bienes importados: disminuye su demanda, puesto que los consumidores decidirán aplazar la compra de bienes importados que ahora son más caros (por ejemplo automóviles o electrodomésticos) y las empresas disminuirán la importación de insumos y bienes de capital. Es posible que se presente un efecto de sustitución de importaciones y de aumento de exportaciones diferentes al petróleo como consecuencia de la mejora en la capacidad competitiva en moneda extranjera de los productores nacionales, pero  no hay que hacerse muchas ilusiones sobre ello, por lo menos en el corto plazo. 

En fin, es necesario tener en cuenta que el déficit en cuenta corriente lo hemos podido financiar en el pasado con inversión extranjera directa, especialmente la asociada con el sector petrolero, carbón y otros minerales, que equivalieron al 33% de ese déficit. Tenemos que esperar razonablemente que esa inversión caiga. Para que el desequilibrio cambiario no sea tan grave, vamos a tener que depender de la inversión directa en otros sectores (no hay razones para el optimismo en este frente) y de la inversión de portafolio, que por su naturaleza es más volátil y por lo tanto impredecible. Esta dependerá de la voluntad de los inversionistas internacionales de continuar financiando al gobierno y a las empresas colombianas mediante la compra de títulos de deuda. Con relación al primero, todo dependerá de las perspectivas fiscales, pero eso será tema de nuestra próxima entrada.




   

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