La estalagmita económica de la inflación de demanda se encontró con la
estalagtita económica de la inflación de costos. Y cuando la estalagmita y la
estalactita se juntan y se fusionan en un beso – espero que no haya ningún
geólogo presente que me diga que estoy hablando insensateces-, nadie en la
tierra puede estar seguro de en dónde comienza la una y termina la otra”. (Sir
Dennis Robertson).
> Esta cita del profesor Robertson, uno de los principales expertos en politica monetaria en la primera mitad del siglo pasado, sirve para recordar lo antigua que es la discusión sobre los orígenes de la inflación, tema que ha ganado recientemente importancia en Colombia, puesto que el incremento en el índice de precios al consumidor para el año 2022, de 13,2%, ha sido el más alto que tenemos desde 1998, cuando fue del 16,7%.
La inflación puede entenderse como consecuencia de un desequilibrio entre la oferta de bienes producidos internamente (medido por el PIB) y la demanda agregada de la economía, medida por la suma del consumo de los hogares, el del gobierno y la inversión (tanto pública como privada). Ese desequilibrio, medido en precios corrientes, pasó de 47 billones en 2020 a 73 billones en 2022, como se muestra en el gráfico 1. Fuente DANE. Cuentas nacionales. Cifras en precios corrientes de cada año.
Como se recuerda, el PIB real cayó un 7% en el 2020, como consecuencia de la pandemia. Fue la mayor caída desde que existen estadísticas de cuentas nacionales en Colombia. Ello dejó un amplio margen de capacidad instalada, que explicó el crecimiento, también sin precedentes del 10,7% en el 2021. Es necesario recordar que el fenómeno inflacionario ha sido mundial, como consecuencia de choques de oferta. A los problemas logísticos en el transporte de mercancías que se presentaron desde 2020, vino a sumarse la invasión de Rusia a Ucrania, que creó cuellos de botella adicionales en los mercados de fertilizantes y de alimentos.
Pero también hubo choques internos que aceleraron la inflación en Colombia. En primer lugar, como lo informa el Banco de la Republica en un blog reciente (https://www.banrep.gov.co/es/blog/inflacion-alimentos-colombia-comparacion-con-otros-paises), durante el llamado “paro nacional”, entre abril y junio del 2021, se presentaron bloqueos de vías que impidieron el acceso de alimentos y de materias primas, especialmente en el suroccidente del país. El desabastecimiento se tradujo en aumentos de precios, y se afectaron los ciclos de crecimiento de animales en fincan pecuarias y los flujos de caja de productores para la resiembras de cultivos transitorios. El precio de los huevos aumentó en un 23% en un año a partir de mayo de 2021. Los efectos de la falta de alimento para aves reproductoras y ponedoras pueden tardar dos años en disiparse. Ello explica, como lo menciona la misma publicación del Banco de la República, que entre mayo de 2021 y julio de 2022 la inflación anual de alimentos en Colombia creció 9 puntos porcentuales por encima de una muestra de 44 paises de la OCDE y de América Latina.
Mientras se presentaban estos choques de oferta, la demanda interna en Colombia, que había caído en un 6,1% en 2020 (en términos nominales, es decir, sin aislar el efecto de la inflación), creció en un 18,5% en el 2021 y en 25% en el 2022. La alta subutilización en la capacidad instalada con que cerró el 2021 permitió que la recuperación de la demanda aumentara el producto en el 2021, a pesar de los choques sectoriales de oferta ya mencionados. Pero ya para el 2022, si bien continuó recuperándose la producción, mucha de esa demanda se tradujo en incrementos en el déficit comercial, y en inflación. La temporada de excesivas lluvias en el segundo semestre no ayudó, puesto que afectó la oferta de mucho productos agrícolas. He tratado de medir los efectos relativos de los datos en la demanda interna para los tres primeros trimestres de 2021 y de 2022. Fuente: Elaborado a partir de DANE. Cuentas nacionales trimestrales.
Mientras que en el 2021 cerca de un 70% del incremento en la demanda agregada se tradujo en crecimiento de la economía, para el 2022 fue solo del 35%. Por el contrario la disipación de la demanda hacia el incremento en precios fue del 28% en 2021 y del 52% en 2022. También explica ello el incremento importante en el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (cuyo principal componente es la balanza comercial), que pasó del 3,3% del PIB en el 2020, al 5,3% en el 2021 y al 6,5% en el 2022. Este déficit a su vez explicó el incremento en la devaluación que fue del 12,6 en en los 9 primeros meses de 2022, y que tuvo, indudablemente, un efecto como acelerador de la inflación.
Está claro entonces que las posibilidades de seguir creciendo en 2023 y más allá, simplemente a partir de impulsos a la demanda, están agotadas. Esto es lo que explica las proyecciones pesimistas sobre el crecimiento para el 2023, 0,5% para el Banco de la República y de 1,3% para el gobierno, según las últimas cifras expuestas por éste en la actualización del plan financiero (https://www.minhacienda.gov.co/webcenter/ShowProperty?nodeId=%2FConexionContent%2FWCC_CLUSTER-209175%2F%2FidcPrimaryFile&revision=latestreleased). Viene entonces la gran pregunta, ¿qué hay que hacer para combatir la inflación? La respuesta, obviamente, consiste en que es necesario disminuir esta brecha entre la oferta y la demanda agregadas. Pero viene un problema: no es posible aumentar la oferta de manera significativa en el corto plazo. Es posible que el sistema de precios genere un incentivo para aumentar la oferta de cultivos transitorios, siempre y cuando la meteorología colabore. También debe el estado disminuir los cuellos de botella que se presentan por el mal estado de muchas vías, tanto nacionales como regionales. Pero no podemos hacernos muchas ilusiones sobre cambios importantes en la oferta en el corto plazo. En esas condiciones, no queda otra alternativa distinta a la de actuar sobre la demanda, y sobre las expectativas de inflación. Es decir, el Banco de la República debe seguir cumpliendo su papel: actuando sobre las tasas de interés.
> Esta cita del profesor Robertson, uno de los principales expertos en politica monetaria en la primera mitad del siglo pasado, sirve para recordar lo antigua que es la discusión sobre los orígenes de la inflación, tema que ha ganado recientemente importancia en Colombia, puesto que el incremento en el índice de precios al consumidor para el año 2022, de 13,2%, ha sido el más alto que tenemos desde 1998, cuando fue del 16,7%.
La inflación puede entenderse como consecuencia de un desequilibrio entre la oferta de bienes producidos internamente (medido por el PIB) y la demanda agregada de la economía, medida por la suma del consumo de los hogares, el del gobierno y la inversión (tanto pública como privada). Ese desequilibrio, medido en precios corrientes, pasó de 47 billones en 2020 a 73 billones en 2022, como se muestra en el gráfico 1. Fuente DANE. Cuentas nacionales. Cifras en precios corrientes de cada año.
Como se recuerda, el PIB real cayó un 7% en el 2020, como consecuencia de la pandemia. Fue la mayor caída desde que existen estadísticas de cuentas nacionales en Colombia. Ello dejó un amplio margen de capacidad instalada, que explicó el crecimiento, también sin precedentes del 10,7% en el 2021. Es necesario recordar que el fenómeno inflacionario ha sido mundial, como consecuencia de choques de oferta. A los problemas logísticos en el transporte de mercancías que se presentaron desde 2020, vino a sumarse la invasión de Rusia a Ucrania, que creó cuellos de botella adicionales en los mercados de fertilizantes y de alimentos.
Pero también hubo choques internos que aceleraron la inflación en Colombia. En primer lugar, como lo informa el Banco de la Republica en un blog reciente (https://www.banrep.gov.co/es/blog/inflacion-alimentos-colombia-comparacion-con-otros-paises), durante el llamado “paro nacional”, entre abril y junio del 2021, se presentaron bloqueos de vías que impidieron el acceso de alimentos y de materias primas, especialmente en el suroccidente del país. El desabastecimiento se tradujo en aumentos de precios, y se afectaron los ciclos de crecimiento de animales en fincan pecuarias y los flujos de caja de productores para la resiembras de cultivos transitorios. El precio de los huevos aumentó en un 23% en un año a partir de mayo de 2021. Los efectos de la falta de alimento para aves reproductoras y ponedoras pueden tardar dos años en disiparse. Ello explica, como lo menciona la misma publicación del Banco de la República, que entre mayo de 2021 y julio de 2022 la inflación anual de alimentos en Colombia creció 9 puntos porcentuales por encima de una muestra de 44 paises de la OCDE y de América Latina.
Mientras se presentaban estos choques de oferta, la demanda interna en Colombia, que había caído en un 6,1% en 2020 (en términos nominales, es decir, sin aislar el efecto de la inflación), creció en un 18,5% en el 2021 y en 25% en el 2022. La alta subutilización en la capacidad instalada con que cerró el 2021 permitió que la recuperación de la demanda aumentara el producto en el 2021, a pesar de los choques sectoriales de oferta ya mencionados. Pero ya para el 2022, si bien continuó recuperándose la producción, mucha de esa demanda se tradujo en incrementos en el déficit comercial, y en inflación. La temporada de excesivas lluvias en el segundo semestre no ayudó, puesto que afectó la oferta de mucho productos agrícolas. He tratado de medir los efectos relativos de los datos en la demanda interna para los tres primeros trimestres de 2021 y de 2022. Fuente: Elaborado a partir de DANE. Cuentas nacionales trimestrales.
Mientras que en el 2021 cerca de un 70% del incremento en la demanda agregada se tradujo en crecimiento de la economía, para el 2022 fue solo del 35%. Por el contrario la disipación de la demanda hacia el incremento en precios fue del 28% en 2021 y del 52% en 2022. También explica ello el incremento importante en el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (cuyo principal componente es la balanza comercial), que pasó del 3,3% del PIB en el 2020, al 5,3% en el 2021 y al 6,5% en el 2022. Este déficit a su vez explicó el incremento en la devaluación que fue del 12,6 en en los 9 primeros meses de 2022, y que tuvo, indudablemente, un efecto como acelerador de la inflación.
Está claro entonces que las posibilidades de seguir creciendo en 2023 y más allá, simplemente a partir de impulsos a la demanda, están agotadas. Esto es lo que explica las proyecciones pesimistas sobre el crecimiento para el 2023, 0,5% para el Banco de la República y de 1,3% para el gobierno, según las últimas cifras expuestas por éste en la actualización del plan financiero (https://www.minhacienda.gov.co/webcenter/ShowProperty?nodeId=%2FConexionContent%2FWCC_CLUSTER-209175%2F%2FidcPrimaryFile&revision=latestreleased). Viene entonces la gran pregunta, ¿qué hay que hacer para combatir la inflación? La respuesta, obviamente, consiste en que es necesario disminuir esta brecha entre la oferta y la demanda agregadas. Pero viene un problema: no es posible aumentar la oferta de manera significativa en el corto plazo. Es posible que el sistema de precios genere un incentivo para aumentar la oferta de cultivos transitorios, siempre y cuando la meteorología colabore. También debe el estado disminuir los cuellos de botella que se presentan por el mal estado de muchas vías, tanto nacionales como regionales. Pero no podemos hacernos muchas ilusiones sobre cambios importantes en la oferta en el corto plazo. En esas condiciones, no queda otra alternativa distinta a la de actuar sobre la demanda, y sobre las expectativas de inflación. Es decir, el Banco de la República debe seguir cumpliendo su papel: actuando sobre las tasas de interés.
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